sábado, 18 de julio de 2009

Que buen delegado...“Juanito” no para de fiestas; ayer celebró su cumpleaños.


Rafael Acosta, mejor conocido como Juanito sigue en la fiesta por su triunfo como jefe delegacional en Iztapalapa. Ayer celebró su cumpleaños 51 con sus compañeros de partido y la ex candidata a ese puesto por el PRD, Clara Brugada, quien como si fuera desquite, le hundió con fuerza la cara en el pastel .

Rafael Acosta, mejor conocido como Juanito sigue en la fiesta por su triunfo como jefe delegacional en Iztapalapa. Ayer celebró su cumpleaños 51 con sus compañeros de partido y la ex candidata a ese puesto por el PRD, Clara Brugada, quien como si fuera desquite, le hundió con fuerza la cara en el pastel.


Perderse era imposible: “la casa de Juanito” se leía con letras blancas y chuecas en la pared del segundo piso de la esquina de Luis García y César E. Canales. Era la colonia Santa Martha Acatitla Sur, ahí donde cada temporada de lluvias se inunda y el pavimento está tan levantado que los autos no pueden pasar. Inconfundible por las mantas y carteles de fotografías con Andrés Manuel López Obrador, hasta ahí entraron petistas, funcionarios del gobierno del DF, vecinos invitados y no invitados, abuelitas de bastón que salían de misa en la iglesia de enfrente y muchos curiosos.
“Éntrenle, de veras, están en su casa. Un tamalito, un atolito, pasen por favor”, repetía “Juanito” y como en automático levantaba el dedo y reiteraba: “Gracias por el apoyo”.
Había de rajas con queso, mole, dulce, verdes y oaxaqueños. “Aunque me den agruras”, dijo el festejado. Eran 100 tamales que preparó Ángeles Felipe por encargo del mismo Juanito. Olían tan bien que Wally y El Greñas, —los dos perros de raza callejera y rastas en el pelo que viven ahí—, no separaban la vista de los platos para cachar cualquier morona que les dieran.


Como cuando recogió su constancia de mayoría como ganador de la contienda en Iztapalapa, Rafael Acosta llegó tarde a su propia fiesta. “Es que venía caminando y la gente me paraba para felicitarme y contarme sus problemas y yo la tengo que atender”, se excusó.
Pastel y deseos
Dos rubias, una de tacones, escote pronunciado y rodilla descubierta, lo esperaban desde las nueve de la mañana. Eran “compañeras” del Partido del Trabajo y le llevaron un regalo en una pequeña caja verde.
Acosta la empezó a abrir y bromeó: “Y si es una tanga, ¡que se la ponga, que se la ponga!”. La estaba abriendo mal y alguien lo corrigió: “Es al revés”. Entonces “Juanito” se puso de espaldas. Pocos captaron la broma.
De la caja sacó un reloj dorado Citizen. En eso estaba cuando alguien de atrás gritó:
”Ya llegó Clara”. Todos voltearon y entró Brugada de vestido corto y negro, a pesar del calor que ya hacía sudar.


Él la recibió con un abrazo y ella, con un regalo: la biografía de Pancho Villa, escrita por Paco Ignacio Taibo II y una tarjeta que decía: “Muchas felicidades por un año más”.
Atrás, entre la gente, una voz preguntó: “¿qué le habrá querido decir con ese libro?”. Con otro abrazo y beso más para quien, según su convenio le cederá la jefatura delegacional en octubre próximo, Juanito le trajo un tamal y un atole a Brugada.
Luego vino el pastel de tres leches al centro del patio, arriba de unos bancos y con una vela de signo de interrogación. Un hombre de cabello canoque parecía el gritador oficial, animó: “una porra para Juanito”,”qué viva México y que viva Juanito”, ahora las mañanitas para Juanitooo”. La gente empezó a cantar mientras que el cumpleañero se balanceaba y movía las manos como si dirigiera su propia orquesta. Siguió el clásico “que le sople, que le sople”, pero antes pidió un deseo:


“Que a todos nos vaya bien”. Y otra vez el gritador: “una porra para el delegado políticoooo, una, dos y...”. Hasta entonces Clara Brugada estaba muy seria, pero cuando llegó el ”que le muerda, que le muerda”, se paró junto al festejado.
No hubo mucha finta y al segundo intento, la perredista aplicó toda la fuerza de su brazo sobre la cabeza teñida del petista, al tiempo que su sonrisa de labios siempre rojos crecía más de lo acostumbrado y su mirada tenía un brillo especial.
Luego, se echó para atrás evitando que Juanito, con crema batida y chispas de chocolate en la nariz, le diera el clásico beso para compartir la embarrada.
Poco faltaba para las 12 horas. Clara Brugada anunció su retirada. Y era hora, pues Juanito debía estar a la una de la tarde en el aeropuerto para volar a Cancún, donde, según contó, dos televisoras y una radiodifusora lo invitaron “a hablar del fenómeno Juanito”. Ya para el domingo, como él mismo lo dijo, “me voy a dar el día para descansar en la playa con unas tres chelas que uno se merece después de trabajar, ¿o no?”.

No hay comentarios: