lunes, 6 de agosto de 2012

La guerrera, Pie oscuro, Séptimo capítulo


“Los Lobos”
Por: Alba Gri.

Un extraño frío recorrió el cuerpo de Pie, al sentir un gruñido muy cerca suyo, ella no quiso moverse y levantó sus ojos y vio enfrente de ella un enorme lobo gris, al que la luz de la luna hacia brillar su pelaje pareciendo plateado, este estaba gruñendo a cuatro lobeznos chicos como si la estuviera defendiendo, uno de los lobos saltó hacia ella, el gran lobo se cruzó en su defensa entablando una lucha cuerpo a cuerpo, la cual aprovecharon sus oponentes para unirse en la pelea. El feroz lobo gris, no desistió, Pie aprovechó la oportunidad para sacar su arco e intentó silenciosamente tres tiros certeros que dieron en el blanco, el cuarto lobo logró alcanzar a Pie provocándole una mordedura en su brazo izquierdo no siendo esta de gravedad, pero ella alcanzó a herirlo en una de sus patas haciendo que los lobos se alejaran.

Una vez sola, Pie logró arrastrar al gran lobo gris que yacía herido en el suelo hacia el interior de una cueva, encendió una fogata y lo abrigó con los cueros de zorros que le habían dado las aldeanas en su visita.

Pie al sentir el frió, se acurrucó a su lado para darse calor mutuamente, esa madrugada al despertar ese gran lobo gris que la protegiera la noche anterior había desaparecido y en su lugar encontró un anillo de oro con las iniciales “ST”, la “T” estaba formada por el dibujo de una espada entrelazada por la “S”, extrañada y sin respuestas, lo guardó en un bolsillo; ese día no estaba en condiciones para salir de viaje ya que la herida del brazo le dolía. Encontró unas hierbas medicinales cerca de la caverna y con ellas preparó un ungüento medicinal.

Empezaba a anochecer, el viento silbaba y traía consigo el sonido de aullidos lejanos, las nubes que se veían en el firmamento presagiaban tormenta, debía preparar bastante fuego esta vez. Más tarde se acurrucó frente al calor ya que estaba muy débil, la fiebre se había apoderado de ella al punto de perder la conciencia. Por lapsos de tiempo parecía percibir como si alguien estuviera sentado cerca de ella, observándola, cuidándola, acariciándola con ternura entre sollozos balbuceando palabras que no entendía; era una figura humana cubierta por una capa oscura, con un perfume conocido, que el desvarió la llevaba a confundirlo a veces con la forma de un animal, precisamente como la de un lobo. La temperatura subió, y volvió a desvanecerse.


Pasada la media noche, la lluvia se hizo presente, no se oían más los aullidos de los lobos, solo el resonar de las gotas contra las piedras, percibía un calor a su lado, muy reconfortante y también una respiración agitada, extendió suavemente su mano y toco un pelaje muy suave y tibio, sin duda era su salvador de la noche anterior el gran lobo gris.

Al amanecer despertó y extendió su mano, pero esta vez una sorpresa hizo que se incorporara y observó tendido a su lado la figura de un hombre llegando a ruborizarla tanto que se tapó hasta la cabeza, una mano, sujeto la de ella; la respiración de Pie era cada vez más agitada, cuando una voz varonil, le dijo:

– Mi princesita no temáis estas a salvo - y suavemente deslizó la manta para mirarla a los ojos.
Pie le sonrío y lo abrazó diciéndole: -¡Sant!, mi Duque amigo, ¿qué haces aquí? –
Él le dio un beso en la frente, pero Pie sintió que esta vez era diferente, más dulce, más cálido, con un cierto aire de complicidad en sus ojos que incendiaron sus mejillas y bajo su mirada, su corazón latía fuertemente, pero, ¿qué era eso tan absurdo que le pasaba? meneo la cabeza, como afirmándose que nada le sucedía, pensó: – somos amigos de toda la vida, él es mi protector, mi maestro, es amigo de Karl, lo respeto, lo admiro.
Lo observó, mientras él le preparaba el desayuno y vio una mancha de sangre en la manga de su camisa, discretamente se le acercó por la espalda y le tocó el brazo, Sant no pudo disimular el dolor, Pie lo convenció para que se dejara curar, pero asombrada vio que eran rasguños y mordeduras, que en ese momento inexplicablemente para ella coincidían con las que ella curara, al gran lobo gris, ¿qué relación tenían Sant y el lobo?

Pasaron un día soleado corriendo en la campiña como dos adolescentes, aunque él ya pintara en sus sienes unas canas coquetas; ambas se reían, la mirada de Sant hacia sonrojar a Pie, que ante el mínimo roce de sus pieles, se estremecía.

Al atardecer Pie denotó un súbito apuro por irse de Sant; Pie, saca el anillo del bolsillo y lo dejó en el suelo, como para corroborar una sospecha. Al despedirse de Sant, vio la sortija que había encontrado el día anterior en su dedo, la sospecha era acertada. Cuando era niña había escuchado historias de lobos ya que su tribu lindaba con esa; historias referidas a que en la quinta noche de luna llena andaba por los lugares un hombre lobo, de gran fuerza y fiereza.

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