Por Alba Gri
Capítulo 2
¿El regreso?
Era una calida tarde de otoño, cuando la joven Duquesa decidió encaminarse hacia el bosque en compañía de su corcel, como lo hacia cada vez que necesitaba escaparse, según ella para acomodar sus ideas, solamente era uno de esos días donde extrañaba más, ese día en especial sentía mucha nostalgia y estaba ansiosa por llegar a la orilla del lago y sentarse a contemplar esa hermosa naturaleza de aguas cristalinas, flores perfumadas y trinos…
Estaba ya sentada sobre su roca preferida, recordando anécdotas de sus amigos en el pasado cuando un sonido extraño llamó su atención, se levanto sigilosamente sin hacer ruido y fue acercándose a ese murmullo que le sonaba tan familiar a su corazón, Al acercarse pudo ver a la orilla de la cascada una figura varonil que sujetaba las riendas de su caballo y a la vez que lo acariciaba, ella no podía ver su rostro pues la capucha de la capa que llevaba aquel hombre se lo cubría, pero volvió a escuchar su voz que decía:
- No quiero llegar amigo, no la quiero ver, no la quiero lastimar, no sé si va a comprender, ¿Qué hago amigo mío de tantas batallas compartidas? Tampoco me quiero volver a ir, ella es la dueña de mi corazón, ¿Qué hago amigo? -
Las hojas de los árboles se movían lentamente, como cómplices de aquella escena, la joven sintió como su corazón se aceleraba, sus ojos se nublaron, pero con paso firme, llegó hasta él, hasta esa voz profunda que tanto tiempo había escuchado emergiendo desde las sombras del castillo.
Las hojas de los árboles se movían lentamente, como cómplices de aquella escena, la joven sintió como su corazón se aceleraba, sus ojos se nublaron, pero con paso firme, llegó hasta él, hasta esa voz profunda que tanto tiempo había escuchado emergiendo desde las sombras del castillo.
Con mano segura bajó de un tirón la capucha del abrigo y unos ojos negros como la noche se clavaron llenos de tristeza en sus ojos colmados de preguntas.
Ella solo pudo dejar escapar dos palabras de su boca, era todo lo que su corazón le permitía murmurar, mientras su blanca mano se estiró para tocar la mejilla de la voz sin rostro.
- ¿Eres tú? -
Ella solo pudo dejar escapar dos palabras de su boca, era todo lo que su corazón le permitía murmurar, mientras su blanca mano se estiró para tocar la mejilla de la voz sin rostro.
- ¿Eres tú? -
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